Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad y el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a nivel mundial, con prevalencia de obesidad infantil alta y tendencia ascendente durante las dos últimas décadas.

La mejora de los hábitos alimentarios y el aumento de la actividad física ha sido el objetivo principal para reducir la obesidad. Sin embargo, el que la obesidad siga aumentando de manera importante en países con hábitos saludables, sugiere la posible existencia de factores medioambientales implicados, como la exposición a sustancias químicas con actividad obesogénica.

Los obesógenos han sido definidos funcionalmente como compuestos químicos que promueven la obesidad incrementando el número de células adiposas y/o la acumulación de grasa en los adipocitos ya existentes, y entre los más estudiados se encuentran sustancias utilizadas en la industria del plástico. La exposición a ellos puede ocurrir por diferentes vías como la inhalatoria, dérmica o alimentaria.

Los mecanismos de acción de los obesógenos son diversos, pudiendo actuar activando la acción de receptores hormonales que regulan la expresión de genes involucrados en el peso corporal y metabolismo, o actuar en la regulación de diferentes vías metabólicas inmuno-neuro-endocrinas, lo que puede llevar a consecuencias en las regulaciones centrales del apetito y del gasto energético, y a cambios en la microbiota intestinal, entre otros procesos.

Es importante resaltar que los periodos más críticos de exposición a obesógenos son la preconcepción, embarazo e infancia dada su importancia para el metabolismo, pudiendo resultar en cambios permanentes en la adolescencia y en la edad adulta.

En este contexto, el Comité Científico de la AESAN ha realizado una revisión de la evidencia que existe acerca de la exposición alimentaria a obesógenos y su posible efecto en la salud, y publicado el Informe del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sobre las evidencias disponibles en relación a la potencial actividad obesogénica de determinados compuestos químicos que pueden estar presentes en los alimentos.

En dicho informe se describen y se analiza el uso, la exposición alimentaria y las evidencias científicas existentes de los siguientes obesógenos:

    • Bisfenol A y análogos
    • Ftalatos
    • Compuestos organoestánnicos (OTs)
    • Bifenilos Policlorados (PCBs)
    • Dioxinas
    • Plaguicidas organoclorados
    • Retardantes de llama
    • Compuestos perfluorados (PFAs)
    • Metales
    • Triclosán
    • Microplásticos

Conclusiones del Informe

La literatura científica evidencia en estudios in vivo e in vitro el efecto obesogénico de algunos compuestos químicos presentes en los alimentos, reforzando esta hipótesis los estudios epidemiológicos. Resultados de estos estudios demuestran que el BFA y análogos, los ftalatos, el TBT, los PCBs, las dioxinas, el plaguicida organoclorado DDT y su metabolito DDE, los retardantes de llama y los PFAs actúan como obesógenos, aunque en algunos casos la evidencia es débil, y teniendo en cuenta la evidencia científica analizada en el presente informe, existen importantes lagunas de conocimiento en relación a los efectos de la exposición alimentaria a obesógenos.

Algunos estudios epidemiológicos evaluados refuerzan la hipótesis de una relación entre la exposición a estos compuestos y la obesidad, especialmente cuando dicha exposición tiene lugar durante la vida intrauterina y la infancia temprana. Sin embargo, es necesario realizar un mayor número de estudios en humanos, estandarizando biomarcadores de exposición y efecto con objeto de predecir y evaluar su capacidad obesogénica, y la posible transmisión del efecto a otras generaciones mediante mecanismos epigenéticos. En el caso de los metales y el triclosán, los datos contradictorios mostrados en diferentes estudios invitan a realizar más trabajos para dilucidar su papel como obesógenos.

Es necesario llegar a un consenso en la comunidad científica acerca del efecto que debe tener un compuesto para considerarlo obesógeno, realizar una lista de sustancias con posible actividad obesogénica y desarrollar una batería de ensayos que las estudien.

En resumen, los efectos biológicos y mecanismos de acción de los obesógenos deben ser estudiados en profundidad. También es necesario investigar el efecto de la exposición a la mezcla de sustancias obesógenas que se encuentran en los alimentos junto con las que provienen de otras fuentes de exposición.

Además, son necesarios estudios que consideren la interacción de la exposición a múltiples obesógenos y a otros factores de riesgo en obesidad, tales como la dieta, el ejercicio, la inflamación, la disrupción de los ritmos circadianos, el estrés oxidativo, la hora de la comida, la regulación del apetito y la saciedad. Asimismo, son indispensables más trabajos científicos que tengan en cuenta el dimorfismo sexual en el efecto que pueden presentar algunos obesógenos.

Una vez que se cuente con todas las evidencias necesarias debe existir una coordinación y comunicación entre los científicos y los organismos reguladores con objeto de desarrollar una estrategia global y eficiente en la aplicación de medidas de gestión del riesgo para reducir lo máximo posible la exposición a estas sustancias.